¿EVALUAR LA LECTURA?
La lectura es algo vital, es el pan, es el manjar diario y delicioso que no debe faltar en ningún momento. A esa maravilla de la humanidad llegamos de muchas maneras y la mejor sería, provocados, incitados, animados. El sólo imaginar un libro en el comedor, junto a la canasta de frutas, juto a la cafetera, junto a la tortilla de huevos, nos hace pensar que el libro tiene un sitial en cualquier parte de la casa.
Y no solamente en el comedor: por ejemplo, en la cama se deja arrullar, se bambolea con uno en la hamaca, en el prado lo apasiona con vehemencia amorosa, en la letrina se burla de uno, en el bus nos dice que no nos preocupemos por la distancia, en el pupitre de la escuela sale y nos desafia con su carátula coqueta y encantadora, en las colas en las entidades públicas y privadas nos quita el estrés...
Pero, vale la pena preguntarnos, ¿merece evaluarse tan poderosa acción del libro?, ¿todo éso que provoca en nosotros requiere ser evaluado con la categoría rigurosa de una prueba, de un test, de un parcial, de un examen? ¿Quién se siente capaz de decir algo más de lo que dice el libro, su autor?
Pues, como propuesta de este blog, la lectura siempre se ha visto como aquel diálogo entre autor - lector. Ambos son protagonistas de ese juego o encuentro placentero: tiene que haber alguien que se interese por el libro, y ahí ya hay un plus de la lectura, pues el libro sin quien converse con él no existiría. Esto nos lleva a sugerir que la lectura debe ser vista como unas sensaciones, emociones que siente, experimenta el lector cuando dialoga con el libro. ¡Qué mejor evaluación que ésa!
En Juegos Comunicativos ( Editorial Magisterio), expongo que el libro y su lectura nos hace oler,describir, pintar, memorizar,llorar, reír, angustiar, sentir, imaginar, gozar; además nos hace experimentar temor, dolor, sed, hambre,tristeza, náuseas, ilusión...En otras palabras, si uno no experimenta sensaciones provocadas por la lectura, o el libro no lo tocó o esa persona que lo leyó es de palo, es de piedra.
A manera de anécdota, para concluir, una vez una estudiante al preguntarle qué sintió cuando leyó El extranjero, de Albert Camus, casi me pega de la rabia por la desfachatez - según ella - del pèrsonaje que no asistió al entierro de su madre. Y zapateaba con furia, con ganas de torcerle el cuello. Después de éso, ¿qué se le puede evaluar a la estudiante?
Y no solamente en el comedor: por ejemplo, en la cama se deja arrullar, se bambolea con uno en la hamaca, en el prado lo apasiona con vehemencia amorosa, en la letrina se burla de uno, en el bus nos dice que no nos preocupemos por la distancia, en el pupitre de la escuela sale y nos desafia con su carátula coqueta y encantadora, en las colas en las entidades públicas y privadas nos quita el estrés...
Pero, vale la pena preguntarnos, ¿merece evaluarse tan poderosa acción del libro?, ¿todo éso que provoca en nosotros requiere ser evaluado con la categoría rigurosa de una prueba, de un test, de un parcial, de un examen? ¿Quién se siente capaz de decir algo más de lo que dice el libro, su autor?
Pues, como propuesta de este blog, la lectura siempre se ha visto como aquel diálogo entre autor - lector. Ambos son protagonistas de ese juego o encuentro placentero: tiene que haber alguien que se interese por el libro, y ahí ya hay un plus de la lectura, pues el libro sin quien converse con él no existiría. Esto nos lleva a sugerir que la lectura debe ser vista como unas sensaciones, emociones que siente, experimenta el lector cuando dialoga con el libro. ¡Qué mejor evaluación que ésa!
En Juegos Comunicativos ( Editorial Magisterio), expongo que el libro y su lectura nos hace oler,describir, pintar, memorizar,llorar, reír, angustiar, sentir, imaginar, gozar; además nos hace experimentar temor, dolor, sed, hambre,tristeza, náuseas, ilusión...En otras palabras, si uno no experimenta sensaciones provocadas por la lectura, o el libro no lo tocó o esa persona que lo leyó es de palo, es de piedra.
A manera de anécdota, para concluir, una vez una estudiante al preguntarle qué sintió cuando leyó El extranjero, de Albert Camus, casi me pega de la rabia por la desfachatez - según ella - del pèrsonaje que no asistió al entierro de su madre. Y zapateaba con furia, con ganas de torcerle el cuello. Después de éso, ¿qué se le puede evaluar a la estudiante?
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