Diario del Profe

Pedagogía y literatura

miércoles, enero 14, 2009

COSAS DE LAS PALABRAS

Iba en TransMilenio, escuchando UN Radio en Bogotá, rumbo a la universidad a la sesión de mi clase de expresión Oral y Escrita. La temática era sobre semántica, más precisamente, sobre Etimologías y me había convencido de que con la palabra DISMORFOBIA podía gozarme un tema bien placentero: cómo se forman las palabras en nuestro rico y delicioso idioma español, surtido por otras lenguas.

De pronto, ingresó una chica que se subió en una de las estaciones para encontrase con una compañera. Por la pinta, eran estudiantes, jóvenes de hoy. La que llegó saludó, efusivamente y a grito entero, a la que venía sentada, con estas palabras:

- ¡Quihubo, marica, güevona, tú si eres la cagada.

La otra respondió:

- No, güevona, la faltona eres tú.

Como yo iba delante de ellas, quise intervenir en la conversación, voltear la cara y decirles algo, más o menos así,

- ¡Qué chimbada la de ustedes, ¿ no?

Pero no lo hice porque mi voz académica no me lo permitía, y además, porque no podría soportar la indiferencia de la gente con lo que habían escuchado, si habían escuchado. Además, porque yo no tenía cabida en ese maltrato del idioma de Cervantes, el mismo que Neruda evoca en Confieso que he vivido cuando expresa, Persigo algunas palabras…Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema…¡Por Dios,! ¿qué estará pensando Neruda? Y yo, con mi DISMORFOBIA que me reventaba para jugar con las palabras.

Ahí no acabó todo. Al otro lado, otros dos jóvenes, hombres, para más señas, el uno le dijo al otro, con una risa burlona, gruesa, áspera, incitadora,

-¡ Noooo, perrraaaa!, ¡pirobo!

Mi problema era que yo iba para una clase de semántica y no entendía cómo las mujeres se dicen güevonas (creo, entiendo que viene de huevona, de huevos, de huevón en masculino). Tampoco comprendía por qué las mujeres se dicen marica, reconociendo este término más como de lo masculino también. Y no salía del asombro al escuchar a un hombre decirle a otro, perra, en femenino. Y menos salía de la estupefacción al ver que la primera joven, de entrada, saludó ( ¿?) a su compañera, en cuestión de segundos, con tres términos ( marica, güevona y cagada). Y lo más curioso, seguían hablando, es decir, se comunicaban entre sí, se entendían, lo mismo que los dos muchachos. ¡Qué culto a la polisemia! Y yo buscando las palabras en los grandes diccionarios cuando ellas están ahí, en la calle, en la boca de los jóvenes, en las rumbas…. Recordaba que en el estadio las tribunas, sin saberlo cómo, se ponen de acuerdo y al unísono, entre mujeres, niños, jóvenes, ancianos, personal de la policía, sueltan un estruendoso ¡hiiiijueeeepuuuuta! para censurar al árbitro.

El asunto está en que hoy en día las palabras vuelan, se semantizan y desemantizan con un atropello a la dignidad de las personas, al culto por el idioma, a los valores, a las instituciones…Es llamativo ver en la televisión cuando un futbolista yerra un gol, el madrazo que emite y cuya lectura de labios no necesita de expertos, y la cámara lo enfoca y luego, el deportista se hace la señal de la bendición dos y tres veces. ¡Qué contrastes tienen las palabras hoy en día!

Yo dejé mis etimologías a un lado y llegué a la clase a hablar de las palabras, de esas que dicen los jóvenes hoy, esos muchachos a quienes hay que comprender para poderles ser lo más didácticos posible. Unos reían, pues se veían y se les leían esas palabras en sus rostros; otros, eran indiferentes, algunos me hacían cara de puño. Total, me acordaba de Neruda y pensaba cómo será una serenata (¿serenata?, ¿qué es eso, viejo?), una declaración de amor entre ellos.

Y como si esta pesadilla no terminara, me fui a mi casa, abrí facebook y encontré estos textos, graxis por tu msn jejejejeje ests de locura chaolin ke la goZES. La verdad, ¡no entendí ni mierda!