Diario del Profe

Pedagogía y literatura

domingo, febrero 18, 2007

RELATOS Y CANCIONES 1

UNO

No tengas miedo, serénate, como dijo Whitman, "Ten confianza en mí", fue lo que le susurré a su candidez mientras que por el frío ventanal entraba el eco armonioso de aquella canción "Ahora desnúdate/ sabes hacerlo bien".

DOS

Atrapado por ti, sí, lo estoy, más ahora cuando te hablo desde la prisión por culpa del amor y no encuentro la forma de fugarme al estilo Papillón porque cada día me siento más a gusto aquí donde mi vida disfruta estas rejas que no matan sino que se abren de par en par ante tu imposible querer.

TRES

Esa tarde de sol, junto al puente que se bambolea con la alegría de sus caminantes y tus cabellos parecían desprenderse para ir a encontrarse con la brisa del río, incrusté mi mirada en aquella iglesia de color plateado y no pude contenerme y te grité "las caleñas son como las flores", y aunque tú mirarste hacia atrás, seguiste contoneando tu cadenciosa cintura y yo me quedé con los estribillos de la canción.

CUATRO

Me sentenciaron de por vida a estar encerrado en esta celda por causa de los celos, sin amigos, escuchando a aquel salsero "las tumbas son pá los muertos/ y de muerto no tengo ná", pero con la mirada fija en esa puerta por donde saldré a abarzarte el día menos esperado.

CINCO

Aunque tus padres no lo quieran reconocer tú y yo sabemos lo que somos y lo que soñamos y nadie nos matará esos deseos porque la bravura irracional podrá más que el lado logíco del cerebro, y como dijo El anacobero, Esa maldita pared/yo la voy a romper algún día, y yo sé que sólo de esta manera volverás a ser mía.

SEIS

Fue en la cafetería, ahí, junto al salón de billares Alaska, donde yo me batía a tres bandas cuando no estaba contigo, sí, ahí llegando llegaste, y fumamos un cigarrillo, tomamos un café y salimos corriendo sin pagar, osados porque nos atrevimos a desafiar las normas de la vida.

SIETE

"En la vida hay amores que nunca /pueden olvidarse" cantaba El Zigala mientras que tú y to festejábamos nuestros besos apasionados y recordados por esos veinte años después cuando vivimos la primera tarde amor a orillas del histórico río, encapsulados en aquel parasol que guardamos para encontrarnos hoy en esta tarde romántica escuchando Sufro la inmensa pena/ de tu extravío en esa garganta prodigiosa de El Zigala y el piano de Bebo.