ALGUNAS PISTAS PARA CORREGIR UN TEXTO
Dice
Óscar Collazos, escritor colombiano, en Quinta Columna (El Tiempo):” Los
docentes de enseñanza secundaria y superior saben que se escribe cada vez peor…Se
redacta mal y casi siempre sin ortografía, por no hablar de los atropellos a la
sintaxis.. ¿¡En qué momento y dónde se empezó a joder la escritura? Desde el
mismo día en que dejó de ser prioritario, material de aprobación o reprobación.
Complementaría, desde el mismo momento en que en primaria y secundaria el
año se pasa con cualquier cosa, haciendo cualquier cosa, donde hay que reconocer la intención comunicativa,
así se escriba mal.
Y
desde luego, en la docencia también hay vacíos sobre cómo se podría abordar
este problema hoy (ya escribí algo sobre esto en La ortografía es puro cuento) para que el mal de escribir mal, no
empeore. Uno de esos problemas está en la corrección de un texto. Profe, escribo para que usted me corrija.
Y ahí nos quedamos todo el tiempo porque al estudiante no le afecta escribir mal, es más
no aprende a escribir bien. Por eso, para dar algunas pistas sobre la corrección,
me permito sugerir a Daniel Cassany (1995), quien en su libro Reparar la escritura expone
recomendaciones que son válidas.
Así,
por ejemplo, lo primero que tanto docente como estudiante deben cambiar es el concepto
de corregir, corrección, no como el
que hace las cosas mal para que otro se las arregle, ni abarcar todo un texto
para demostrar los errores. Hay errores puntuales que engloban otros, además,
un profesor no puede desgastarse buscando errores en la inmensidad de un texto.
Un texto corto, una página donde se puedan visibilizar conectores, sintaxis,
ortografía y hacer los respectivos llamados, son fundamentales para una
acertada corrección. En otras palabras, en mi experiencia me centro en
conectores, coherencia y cohesión, secuencia del texto, ortografía. Donde se
encuentren inconsistencias en algunos de estos aspectos, entra la otra etapa de
la corrección: suelo no corregir desde una oficina, desde la casa, lo hago en vivo y en directo con el estudiante
ahí, junto a mí, dándole explicaciones del porqué de las cosas.
¿Para
qué se corrige? Para que el estudiante aprenda, para que lea más y mejor, para
que haya un cambio de actitud frente a la escritura, para que se dé cuenta de
que escribir bien es una carta de presentación, es una imagen, para que siempre
nos acostumbremos a hacer borradores, a reescribir, a hacer mapas, árboles
sobre qué se va a escribir y cómo se van a decir las cosas. Se corrige para
corregir menos. ¿Cómo? Procurando que no
sea solamente el docente quien corrige o lee el texto; los mismos equipos colaborativos
de estudiantes leen entre ellos mismos y con humor, en forma drástica hacen ver
los errores del otro; es más, se exhiben los buenos trabajos, aquellos que son
modelos y se contrastan con los que tienen insuficiencias. ¿Qué se busca? Que
sea el mismo estudiante quien tome iniciativas en torno de su texto, no que el
docente le dé soluciones. Que haya una toma de conciencia acerca de lo positivo
y negativo del texto.
En
resumidas cuentas, no le tiremos la pelota del problema a la televisión, a la
Internet, a las culturas urbanas: el problema existe y hay que atacarlo. Quizás,
haciéndolo sentir como eje fundamental para la aprobación o reprobación del año
o semestre. Ojo, que no caigamos en situaciones donde el estudiante se cohíba escribir
porque dice que sólo le van a buscar errores; no, que escriba, estimulado por
el profesor, pero que tenga la capacidad de autoevaluarse frente a su texto. Aboguemos
porque escribir bien sea un buen ejercicio compartido entre docente y
estudiante y que sea una actitud esencial y responsable para la vida. Y que
nunca se desarticule la escritura de la lectura como escenarios para la conceptualización,
la contextualización, la generalización por encima de la memorización.