Diario del Profe

Pedagogía y literatura

miércoles, marzo 01, 2006

Escribir en la Universidad

Si la Universidad no produce escritura es una Universidad muerta; mejor dicho, no existe como tal. La razón es muy sencilla: es el gran escenario de construcciòn, circulación, discusiòn y puesta en pràctica del conocimiento. Y para alcanzar tales propósitos se debe investigar. Luego, para investigar hay que leer y escribir.

La escritura en la Universidad no debe concebirse solamente como la rigurosidad en la elaboración de ensayos, proyectos, monografías, tesis. Es decir, escribir para la clase. Esa es una buena manifestación de la escritura académica que muchas veces es asumida como obligación, compromiso impuesto. Es claro que la escritura en el campus debe ir más allá, ser más viva, constante, espontánea, provocadora, que mueva ideas dentro y fuera de la comunidad académica, que circule en la cafetería, en el prado, por debajo y encima de los escritorios...

Frank Smith dice que escribir es el logro humano más poderoso, por tanto, en la Universidad, así como pasa con la lectura, nunca se deja de aprender a escribir. Esto es, la escritura debe generar nuevos textos, abrir muchas preguntas y una gama de posibilidades de respuestas mediante todas las técnicas que ella requiere para que se convierta en memoria.

Si se trajera del bachillerato la cultura de la escritura como ese proceso de conversar con un autor o varios autores para elaborar un texto, el entrenamiento permanente y sistemático, la mentalidad de escribir para hacer borradores, no habría tanta pereza para hacerlo en la Universidad y por supuesto, desaparecería el vulgar y castigable, seleccionar, copiar y pegar, escribir no produciría pánico, pereza, miedo, ni sería algo obligado. Sería un juego dinámico con el idioma, la cultura, la civilización.Dice Fernando Cruz Kronfly, " ..ya no sabemos leer ni escribir para nuestros problemas y nuestras crisis". He ahí uno de los retos de la escritura en la Universidad.

lunes, febrero 27, 2006

Anécdotas de la Escuela

Voy a narrarles una anécdota que también puede ser el caso suyo, amables lectores y lectoras.

Cierto día frío de esta hermosa Bogotá, estando en la cafetería de la institución educativa, llegó una señora furibunda, irrumpiendo con su voz. Era una madre de familia. ¿La razón de su rabia? Venía a ver quién era el profesor que le ponía a escribir cuentos y poemas a su hija. Estaba preocupada porque" la niña sólo hace cuentos y poemas y va perdiendo matemáticas, inglés, sociales...".

Unos compañeros la miraron con cara de satisfacción. Sí, satisfacción porque esa es la vida de la Escuela. Jóvenes que son felices haciendo bien lo que les gusta hacer.

Alguien le hizo el guiño a la energúmena dama: yo era a quien ella buscaba. Pero, antes de que la señora dijera algo, yo le pedí al grupo su punto de vista sobre las preocupaciones de la mamá de mi escritora." Si le gusta éso, déjela , señora", fue la solución de mis compañeros. Ella contestó: "Pues, ¡yo le rompí esos cuentos y esos poemas !". Se me olvidaba decirles que la cándida mujer, de aproximadamente 14 años, estaba detrás del profesor afectado. Y dijo en tono alegre, desafiante y valiente," Tranquilo, profe: ya estoy escribiendo otros cuentos y poemas". Yo no sabía quién estaba ganando el pleito. Lo cierto es que surgió una de las tantas anécdotas que suceden en la Escuela. Es más: yo no era su profesor ese año; era un cómplice de jóvenes enamorados de la literatura.

Total: a la señora se le explicó a cinco voces lo que es aprender a hacer lo que a uno le gusta, le apasiona. Yo me pregunto, ¿a qué qué va el niño a la escuela? ¡ A ser feliz! A que la educación cumpla su papel emancipador. Y así fue como la niña mucho tiempo después sí fue mi estudiante de aula y me compartió todo su gusto por la escritura. Un día le dije, " ¿Qué haces?", y me contestó, "Aquí escribiéndole un poema a la lluvia".

No la he vuelto a ver. Espero algún día encontrarla con la cara de felicidad junto a su mamita, encantada, componiéndole versos y metáforas al amor, a la vida, a las aves, a la soledad...