Nota: e
ste texto se escribe a manera de ensayo con el fin de contribuir a la discusión local, nacional e internacional, sobre la problemática que se evidencia hoy en día en la escuela: la convivencia escolar.
EL
CUMPLIMIENTO DE LAS NORMAS COMO EJE PARA LA CONVIVENCIA Y CIUDADANÍA ESCOLAR
La
educación del siglo XXI exige abordar
una pedagogía para la convivencia y la ciudadanía. Y esa pedagogía parte del
cumplimiento de las normas como un requisito para poder convivir. Hay crisis en
las aulas por conflictos de relaciones entre los jóvenes. La diversidad cada
día se enfrenta a enormes dificultades. La autoridad como sentido común pierde
valor y respeto ante los embates de las actitudes de los estudiantes, padres de
familia, las mismas autoridades institucionales. La mentira, el engaño, la
trampa, el irrespeto se han vuelto costumbres malsanas que de paso no acatan
normas para convivir afectando un clima de trabajo agradable. Delors, en el
capítulo de Los cuatro pilares de la
educación, considera que aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los
demás, es “desarrollar la comprensión del otro…realizar proyectos comunes y
prepararse para tratar los conflictos respetando los valores del pluralismo,
comprensión mutua y paz” (1996: 35). Esto quiere decir, entre otras cosas, que
la convivencia y ciudadanía van más allá de la misma escuela, del aula se pasa
a escenarios más comunes y complejos a
la vez siempre mirando el mundo desde la diversidad. La escuela abre el camino
de la ciudadanía en el contexto de la pluralidad para fortalecer la dignidad
humana.
En
el caso expuesto, se parte del concepto de convivencia
como “Convivir implica acatar normas
compartidas y generar y respetar acuerdos…Cumplimiento de normas no sólo
legales sino también sociales, y tolerancia configuran convivencia y generan
confianza (Corzo, Mockus, 2003:13). Por
consiguiente, es necesario que las instituciones pongan en práctica un clima de
confianza a partir de principios y valores muy pertinentes que la fomenten y la
vivencien, al igual que la asunción de
la norma como algo que enmarca rutas hacia la concreción de la ciudadanía, y desde
luego, tener muy claro ese sentido común de las razones por las que se asumen
las reglas.
Ahora
bien,
Aprendimos cómo
comportarnos en sociedad: qué creer y qué no creer; qué es aceptable y qué no
lo es; qué es bueno y qué es malo; qué es bello y qué es feo; qué es correcto y
qué es incorrecto: ya estaba todo allí: todo el conocimiento, todos los
conceptos y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el mundo “(Ruiz,
2001: 25). “ Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo creemos. El
resultado es que nos rendimos a las creencias mediante nuestro acuerdo
“(Op.cit.:27).
Para el alcance de resultados hay que fomentar la cultura del acuerdo, del
consenso, y mantener el respeto por esos acuerdos con los cuales nacemos y convivimos. Las normas legales y sociales nos
indican por qué y cómo aceptar ganar, perder, empatar. Esas creencias son
formas de vida en comunidad: más que individualismo, ser individual y
colectivo. Aprender a convivir es echar
atrás esa mal llamada cultura del desacato, “el desinterés por la cultura del
desacato hace parte de la indolencia general” (García, 2009:18), luego, es
nuestra tarea hacer que el cumplimiento de las reglas sean parte del diario
vivir para ejercitar con confianza las normas de convivencia y ciudadanía
reconociendo al otro, comprendiendo al otro, comprendiendo la dinámica de la
sociedad. El mundo cambia y la escuela
debe ir al ritmo de la sociedad cambiante; por eso, el ser humano convive con
unas normas que debe cumplir por el simple hecho de que el hombre es un ser
social. Y la escuela debe generar esa pedagogía, esas orientaciones que guíen,
conduzcan el camino del individuo hacia esa aceptación de un mundo global con
normas que se deben cumplir no como obediencia ciega, sino como algo
indispensable para vivir en familia, para compartir con compañeros, amigos,
para ser solidarios, autónomos y colaborativos.
La
escuela es por naturaleza el gran escenario para vivenciar la convivencia en
todas sus manifestaciones a pesar de que “la convivencia es un hoy un problema
de la escuela y también es un problema de la sociedad”( Arístegui, et al. 2004:12). Es la realidad social del momento y la
escuela debe preparar a los jóvenes hacia esa reflexión conversacional,
debatible, de las preguntas y respuestas posibles; de esta manera se lograría
que las normas sean asumidas por personas
críticas, reflexivas, participativas, creadoras de las propias normas de convivencia escolar. Dicha
pedagogía no consiste en llenar unos cuadernos de reglas legales, sociales y
morales para estudiantes sumisos
impartidas por docentes iguales, que ven el mundo de una manera cerrada.
Al contrario, será o es una pedagogía dialógica, ejemplarizante y testimonial,
concertada, participativa, vivenciada desde el aula, el patio, el recreo, la
calle, los espacios públicos y privados, con grupos heterogéneos mediante estrategias
como la discusión, la puesta en común, el debate sincero y argumentado,
documentado. Por ejemplo, hacer con los estudiantes ejercicios de gestión, de autoridad, cuando
ellos un día asumen la dirección del colegio como si este fuera una ciudad, cómo en la práctica los
educandos conviven con las normas que
ellos mismos han elaborado. Si hay algo muy cuestionado en el medio son los
famosos Manuales de Convivencia, pues en su mayoría no han sido concebidos
desde la participación y se quedan en derechos y deberes, sanciones y castigos
como prevenciones cuando la mejor
prevención es el cumplimiento de normas a partir de experiencias reales,
concretas.
¿Qué
esperamos de las futuras generaciones? Ciudadanos que harán las grandes
reformas sociales teniendo como elemento sustancial el cumplimiento de normas
de convivencia. Si todos cumplimos con
la capacidad de discernir y como sentido
común de lo que es bueno y es malo, lo que nos conviene a todos para vivir
mejor, el mundo le habrá apuntado a subir los índices de equidad, autoridad,
respeto y clima de armonía en una escuela donde todos vivamos felices la misión
emancipadora de la educación. Si cumplimos normas, convivimos mejor en un siglo
de tantas tormentas sociales, políticas,
que han llegado a la escuela. Que las normas de vida no se queden en el papel y que sean,
más que dogmas, reglas de vida.
Bibliografía
Arístegui,
Robert. et al. (2004). Hacia una
pedagogía de la convivencia. Organización de Estados Iberoamericanos ( OEI).
PDF. Disponible en http:/www.redalyc.org./pdf. Consultado mayo 26 de 2014.
Corzo,
Jimmy & Mockus, Antanas (2003), Cumplir
para convivir. Factores de convivencia y su relación con normas y acuerdos.
Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
Delors,
Jacques, et al.( 1996). La educación encierra un tesoro.
García,
V. Mauricio (2009), Normas de papel. La
cultura del incumplimiento de reglas. Bogotá, Siglo del Hombre Editores.
Ruiz,
Miguel (2001). Los cuatro acuerdos.
Barcelona, Ediciones Urano.